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«El matrimonio, el abdomen de «lavadero» y la educación: claves para una vida plena en México»


La perseverancia es una cualidad que a menudo es subestimada en la cultura occidental. No se considera una de las cuatro virtudes cardinales enseñadas por Platón y el cristianismo, ni tampoco se incluye en las virtudes cardinales del mundo antiguo. Sin embargo, ser perseverante y consistente en lo que hacemos es clave para lograr cosas envidiables, como un buen matrimonio, un abdomen de lavadero y una buena política educativa.

En el caso de la política educativa, la consistencia es esencial para consolidar aprendizajes fundamentales, cultivar habilidades socioemocionales y fomentar la perseverancia a través del ejemplo. Sin embargo, la política educativa mexicana a nivel nacional se ha caracterizado por ser un collage de ideas, acciones a medio implementar, programas abandonados y epifanías religiosas o seculares, todo ello en perjuicio de los niños, niñas y adolescentes de México.

A lo largo de las últimas décadas, la política educativa mexicana ha pasado por múltiples reformas, teorías y programas, algunos buenos y otros no tanto. Algunos de estos programas no han sido evaluados adecuadamente, lo que hace difícil determinar su impacto real. El resultado es una acumulación de acciones gubernamentales incompletas, contradictorias y pobremente ejecutadas que hacen que una política pública fracase, en lo que el politólogo estadounidense Jacob Hacker llama «deriva de políticas».

El proyecto de la Nueva Escuela Mexicana, que busca introducir un cambio curricular al vapor, es un ejemplo de esta deriva de políticas. Si bien podría tratarse de una buena idea que vale la pena explorar, introducir un cambio curricular sin resolver temas urgentes como el abandono escolar, la crisis socioemocional y la pérdida de aprendizajes fundamentales solo contribuye a esta maraña de proyectos sin terminar que es la educación pública en México.

Es fundamental involucrar a toda la comunidad educativa en la promoción de las buenas ideas y en la exigencia de que se priorice la atención a los problemas de fondo con una perspectiva que vaya más allá de las próximas elecciones. Solo así podremos lograr una política educativa consistente y perseverante que beneficie a todos los niños, niñas y adolescentes de México.


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